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Definido por la crítica más exigente como "el secreto mejor guardado de la literatura colombiana", Tomás González logra con esta, su primera novela, vencer el prejuicio de que la literatura colombiana es o realismo mágico o sicarios y narcotraficantes. El título proviene de un célebre poema de la mitología Kogui (una cultura precolombina) donde se afirma la existencia de un mar mitológico, que es el origen de todo. La novela se desplaza hacia aquel mar del caribe colombiano, un mar que a medida que avanza la novela se va tornando hostil, negándose a representar el paraíso utópico en que la pareja protagonista lo ha querido convertir. La naturaleza siempre vence al ser humano en la obra de este magnífico maestro de la concisión literaria.El protagonista es un sujeto cansado de la vida urbana, "literato, anarquista, izquierdista, negociante, colono, hippie y bohemio" como lo califica el autor, que decide viajar a la costa con su segunda mujer para vivir en una finca. Ella es una mujer indómita, tanto como el mar y los habitantes costeños. Con la aparición del siniestro Octavio, la novela abandona el tema del Paraíso Perdido y la épica sentimental y asume un vuelo trágico donde la violencia es el principal ingrediente.Finalmente la novela es una metáfora narrada con absoluta sobriedad, con estoicismo incluso, que muestra la vida como un árbol frente al mar. Los frutos deliciosos, los mangos dorados sólo se pueden saborear si entendemos que el ciclo de la vida, nacimiento y muerte están profundamente hermanados.
«Leyéndolo tuve la sensación de que Tomás González es muy puro.»Elfriede JelinekPremio Nobel de literatura 2004