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Hélène, la posadera, emblema de la madre universal, e Ivonne, la belleza misma, que provoca en el narrador un deseo ardiente, y todas las variaciones de un sentimiento que nos transmite en el ritmo de sus frases: veloces como el galopar de los renos de una era pretérita, pausadas en una escena grotesca donde los niños exhiben al animal vencido, incisivas, o huidizas como el lobo de las pinturas rupestres. «Entre la Venus Calipigia de El origen del mundo y la dama celestial de El rey del bosque no sabemos qué aparición elegir. Pierre Michon nos deslumbra, mago de los sueños y las palabras, tocado por la gracia» (Thierry Bayle, Le Magazine Littéraire). «Con una prosa a la que la madurez ha llevado a la cima de la precisión carnal, de la sensualidad en sus evocaciones tiernas o brutales, Pierre Michon describe un universo de evidencias y de misterios cuyo recuerdo nos perseguirá» (Jorge Semprún, Le Journal du Dimanche). «Una tendencia nueva, fértil, y ya mítica en la moderna narrativa francesa» (Guy Davenport). «Un libro delgado en páginas, pero no en estilo ni en lenguaje... La breve fábula de Michon nos obliga a reconocer, en el ámbito de la fantasía sexual, y más allá de él, la crueldad que se ejerce sobre la belleza... El poder de la imaginación que sostiene la escritura de Michon no decae jamás. Esa imaginación que se nutre en gran parte de una idea del pasado, en particular de ese pasado encarnado en las montañas, las mesetas, los ríos y las cuevas del paisaje francés» (Roger Shattuck, Harper?s Magazine). «La lujuria, el deseo, son un tema común en la literatura, pero rara vez han sido expresados con tanta poesía y profundidad como en la premiada novela de Pierre Michon El origen del mundo. Contada con la voz de un maestro veinteañero en una pequeña ciudad francesa de la Dordoña, desnuda su obsesión por la madre soltera que atiende el estanco. ?Mi deseo se llamaba Yvonne y vendía Marlboro?» (San Francisco Chronicle).